MESA REDONDA: «LA VENTANA DEL RESIDENTE»
Boletín de la Soc. Oftalmo. de Madrid - N.º 58 (2018)

Protocolo diagnóstico de exoftalmos

Clara Auladell Barba, Marco Sales Sanz

Hospital Universitario Ramón y Cajal (Madrid)

El exoftalmos se define como el desplazamiento anterior y la protrusión del globo ocular, y es un signo característico de la patología orbitaria, dado que se produce por la ocupación de la cavidad orbitaria. Para su correcto diagnóstico es fundamental realizar una anamnesis detallada, una exploración oftalmológica completa y pruebas de imagen que nos orienten hacia la causa del exoftalmos.

Para empezar a estudiar a un paciente con exoftalmos, debemos plantearnos si es un desplazamiento anterior del globo ocular real, o bien es un pseudoexoftalmos. Estos casos se pueden dar en pacientes con miopía magna, buftalmos o bien en enoftalmos unilateral que puede simular exoftalmos del ojo contralateral. Las principales causas que producen un ojo enfotálmico son las fracturas orbitarias, el síndrome del seno silente, la osteomielitis, el síndrome de Parry-Romberg (síndrome neurocutáneo con hemiatrofia facial) y las metástasis del carcinoma escirro de mama.

En caso de que nos encontremos con un exoftalmos verdadero, ya sea uni o bilateral, debemos iniciar el proceso diagnóstico con una anamnesis dirigida en la que tenemos que tener en cuenta los siguientes factores:


Raza

Medida media Hertel (mm)

Asiática

18

Caucásica

20

Afroamericana

22

Al finalizar la exploración física completa, posiblemente ya tengamos en mente los diagnósticos más probables para el cuadro que presenta el paciente, pero la exploración del exoftalmos no puede estar completa sin una prueba de imagen. La prueba radiológica imprescindible que debemos solicitar en el estudio de la proptosis es la tomografía computarizada (TC).

Las características que hacen que la TC sea la técnica de imagen de elección para el estudio de la órbita, son que nos permite visualizar la mayoría de las estructuras orbitarias con gran precisión, que es una técnica disponible, rápida, que nos permite realizar reconstrucciones multiplanares sin necesidad de movilizar al paciente y más barata que la resonancia magnética.

Las imágenes de la TC nos van a dar información sobre las características de la lesión para orientar el diagnóstico, y sobre la localización y extensión de la lesión para planificar la cirugía, si ésta fuera necesaria, y para realizar el seguimiento en el tiempo.

En los tumores orbitarios, prácticamente siempre además de la TC, solicitaremos una resonancia magnética (RM), ya que al tener mayor número de secuencias permite una mejor caracterización de la lesión y un mejor diagnóstico diferencial.

Otra utilidad de la RM es la valoración de actividad inflamatoria en la OT. Se solicita en casos de dudosa actividad, para valorar el grado de edema muscular. En estos casos, observaremos hiperintensidad de señal en los músculos extraoculares en la secuencia T2 que se mantiene en la secuencia de supresión grasa y también un aumento de la intensidad en secuencias STIR.

Además, solicitaremos de inicio una RM en los pacientes en los que precisemos explorar la unión orbitocraneal (lesiones en el ápex orbitario, sospecha de alteraciones del nervio óptico, valorar la extensión intracraneal de una lesión orbitaria) o si sospechamos la presencia de cuerpos extraños intraorbitarios orgánicos. En casos de sospecha de fístula arteriovenosa, podemos solicitar un angioTC o una angioRM, como estudio inicial, aunque si la sospecha es muy alta, está indicada la arteriografía.

Además de las pruebas de imagen mencionadas, en algunos casos va a ser de utilidad una analítica sanguínea en la que solicitaremos diferentes parámetros dependiendo de la sospecha diagnóstica que nos planteemos, sobretodo en las inflamaciones orbitarias. Los ejemplos más destacados son: cuando la TC no muestre ninguna alteración salvo el exoftalmos, pediremos un estudio hormonal tiroideo y anticuerpos anti-receptor de TSH (relacionados con la actividad y severidad de la OT), anti-tiroperoxidasa y anti-tiroglobulina (ambos ayudan a confirmar el diagnóstico), dado que la OT es la causa más frecuente de proptosis ocular; y en casos de inflamación orbitaria solicitaremos una analítica sanguínea completa con marcadores de inflamación (velocidad de sedimentación globular y proteína C reactiva), hemograma, serologías/marcadores de los principales patógenos implicados en la inflamación orbitaria, estudio inmunológico para descartar enfermedades reumatológicas y niveles de inmunoglobulina G4.

A pesar de que siguiendo estos pasos podamos llegar a un diagnóstico de la patología causante del exoftalmos en muchos pacientes, en algunos casos, especialmente ante la presencia de una masa orbitaria, no podremos determinar la naturaleza de la lesión sin el estudio de la anatomía patológica de la misma, por lo que deberemos realizar una biopsia. La mayoría de los escenarios en los que nos plantearemos una biopsia diagnóstica en lugar de la extirpación de la lesión, serán masas mal definidas, infiltrantes y/o que generen un trastorno neurosensorial, motor y visual (inflamación orbitaria idiopática, linfoma, metástasis…).

Como conclusiones, destacamos la importancia de la anamnesis dirigida, prestando atención a las características del exoftalmos y a su progresión, de la exploración oftalmológica completa y del estudio radiológico con TC para realizar un proceso diagnóstico correcto en los pacientes con este signo.